Francisco Pizarro
(Nacio en Trujillo)
Francisco Pizarro nació en Trujillo de Extrema dura, España, en 1478.Participó en 1513 en la expedición dirigida por Vasco Núñez de Balboa que culminó en el descubrimiento del Océano Pacífico. De 1519 a 1523 fue encomendero, regidor y alcalde de Panamá.
Después de los dos primeros viajes del descubrimiento, regresó a España a pedirle al emperador Carlos V los títulos y el apoyo necesario para la Conquista. En España consiguió una capitulación firmada por el Emperador en la que se le concedía la autoridad de Gobernador.
En el tercer viaje de la Conquista, Pizarro se dirigió a Cajamarca y después de apresar y ejecutar a Atahualpa marchó al Cusco, capital del imperio, ocupándolo en 1533.
Durante el resto de su vida consolidó el dominio español en el Perú. Pizarro persuadió a Almagro para que emprendiera la conquista de Bolivia . Tras una expedición poco fructífera a esas tierras, Almagro regresó al Perú y se apoderó del Cusco.
Los amigos de Almagro se agruparon en torno a su hijo y por miedo a ser eliminados le dieron muerte al conquistador el 26 de junio de 1541.
Arquetipo del conquistador; heroico, ambicioso, monárquico, Francisco Pizarro es la figura más arrogante de la conquista de América. No hay quien más a tono supiera acordar la vida con la muerte. Hombre de acción, sobre todo, que vivió continuamente en obra, destruyendo o creando, pero en perpetua actividad, sin conocer jamás el reposo absoluto ni el ocio.
A los 46 años, mirando sólo adelante, emprende la conquista del Perú y a los 57 inicia la fundación de Lima.
Heroísmo ante los hombres, heroísmo ante la naturaleza y heroísmo ante lo desconocido, fueron sus atributos.
En el río de San Juan le asaltan y lo rodean los indios y él caído en el suelo, se defiende sólo contra la multitud, con una rodela y una espada hasta hacerles huir. Pasados los 60 años todavía le asiste el firme brío juvenil para morir con la espada en la mano increpando su cobardía a sus enemigos.
Si el estoicismo es, como se ha dicho, la filosofía natural de España, pocas almas más españolas que la de Pizarro, que no conoció los placeres ni tuvo necesidad de ellos, que no sintió más apetitos que los de la gloria, que temió a los afectos como a enfermedades del alma y se recetó del amor y de la amistad como una debilidad, que no sintió la alegría, ni el miedo, ni la compasión y muy pocas veces la ira, y fue, como todo estoico, leal a su destino férreo, e incapaz de contradicción, es decir, de arrepentimiento.
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